LUIS DE GÓNGORA
Soneto LXII
Rey
de los otros, río caudaloso,
que
en fama claro, en ondas cristalino,
tosca
guirnalda de robusto pino
ciñe
tu frente, tu cabello undoso,
pues,
dejando tu nido cavernoso
de
Segura en el monte más vecino,
por
el suelo andaluz tu real camino
tuerces
soberbio, raudo y espumoso,
a
mí, que de tus fértiles orillas
piso,
aunque ilustremente enamorado,
tu
noble arena con humilde planta,
dime
si entre las rubias pastorcillas
has
visto, que en tus aguas se han mirado,
beldad
cual la de Clori, o tanta gracia.
LOPE DE VEGA
Seguidillas del Guadalquivir
I
Vienen
de Sanlúcar,
rompiendo
el agua,
a
la Torre del Oro,
barcos
de plata.
¿Dónde
te has criado,
la
niña bella,
que,
sin ir a las Indias,
toda
eres perla?
En
estas galeras
viene
aquel ángel.
¡Quién
remara a su lado
para
libralle!
Sevilla
y Triana
y
el río en medio:
así
es tan de mis gustos
tu
ingrato dueño.
II
Río
de Sevilla,
¡quién
te pasase
sin
que la mi Sevilla
se
me mojase!
Salí
de Sevilla
a
buscar mi dueño,
puse
al pie pequeño
dorada
servilla.
Como
estoy a la orilla
mi
amor mirando,
digo
suspirando:
¡quién
te pasase
sin
que la mi servilla
se
me mojase!
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Desde mi celda.- Carta tercera
En
Sevilla, y en la margen del Guadalquivir que conduce al convento de San Jerónimo,
hay cerca del agua una especie de remanso que fertiliza un valle en miniatura
formado por el corte natural de la ribera, que en aquel lugar es bien alta y
tiene un rápido declive. Dos o tres álamos blancos, corpulentos y frondosos,
entretejiendo sus copas, defienden aquel sitio de los rayos del sol, que rara
vez logran deslizarse entre las ramas, cuyas hojas producen un ruido manso y
agradable cuando el viento las agita y las hace parecer, ya plateadas, ya
verdes, según del lado que las empuja. Un sauce baña sus raíces en la corriente
del río, hacia el que se inclina como agobiado de un peso invisible, y a su
alrededor crecen multitud de juncos y de esos lirios amarillos y grandes que
nacen espontáneos al borde de los arroyos y las fuentes.
MANUEL MACHADO
Julio
Calle
del Betis. Triana.
El
corazón del estío
penetra
el escalofrío
de
la fuente charlatana.
La
velada de Santa Ana
llena
de música el río.
Con
los ojos de Rocío
se
ilumina la ventana.
De
envidia, al verla, una estrella
en
las alturas sin fin,
estremecida
rutila.
Y
se apaga cuando ella
sale
envuelta en el jardín
de
su mantón de Manila.
ANTONIO MACHADO
LXXXVII
¡Oh
Guadalquivir!
Te
vi en Cazorla nacer;
hoy,
en Sanlúcar morir.
Un
borbollón de agua clara,
debajo
de un pino verde,
eras
tú, ¡Qué bien sonabas!
Como
yo, cerca del mar,
río
de barro salobre,
¿sueñas
con tu manantial?
FERNANDO
VILLALÓN
Islas del Guadalquivir
Betis
es plateado. No es azul este río,
porque
el mar Océano le mueve las entrañas...
y
sus peladas márgenes entumecen de frío
sin
la sombra del fresno, ni de las verdes cañas.
En
la estepa desierta, era cinta de plata
que
del Templo de Venus que en Sanlúcar había,
a
las marismas riega y en Sevilla se ata
para
que la Diosa se pasee por la Ría.
Braman
los toros negros en su feraz orilla,
y
los potros retozan... Un jinete vaquero
pasea
con su garrocha y su moruna silla...
¿Será
un abencerraje... o un moro guerrillero
que
no quiso entregarse al conquistar Sevilla...?
Una
vela muy blanca viene a son de marea.
Dormita
el marinero... Un perro en el timón,
aparece
sentado y su cola menea
hasta
que ha despertado a su amo dormilón...
Por
popa viene un buque... Ya suena su ruido...
Va
rozando su quilla el fondo del canal
y
avante claro pita cuendo el velero ha huído...
y
un toro que bebía huyó hacia el carrizal...
FEDERICO
GARCÍA LORCA
Baladilla de los tres ríos
El
río Guadalquivir
va
entre naranjos y olivos.
Los
dos ríos de Granada
bajan
de la nieve al trigo.
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
El
río Guadalquivir
tiene
las barbas granates.
Los
dos ríos de Granada
uno
llanto y otro sangre.
¡Ay,
amor
que
se fue por el aire!
Para
los barcos de vela
Sevilla
tiene un camino;
por
el agua de Granada
sólo
reman los suspiros.
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
Guadalquivir,
alta torre
y
viento en los naranjales.
Darro
y Genil, torrecillas
muertas
sobre los estanques.
¡Ay,
amor que se fue por el aire!
¡Quién
dirá que el agua lleva
un
fuego fatuo de gritos!
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
Lleva
azahar, lleva olivas,
Andalucía,
a tus mares.
¡Ay,
amor
que
se fue por el aire!
LUIS
CERNUDA
Noviembre
y febrero son allá meses de lluvias torrenciales. En las calles cercanas al río
preparaban las casas contra la inundación, ajustando unos tablones al dintel de
la puerta...
Una
mañana vinieron a buscarle al colegio a hora deshusada. Llovió días y días,
torrencialmente; y el agua desbordando ya por el prado, sería difícil para él
volver a su casa en las afueras... Aquella avenida de castaños que tantas veces
recorriera a pie, tuvo entonces que cruzarla en barca.
El
agua lo cubría todo, y al fondo surgían de la laguna los edificios extraños y
exactos tras una delgada fila de árboles... casas y gentes parecían ahora
breves y sin trascendencia, como si al privarles el agua de la acostumbrada
base terrena (así ocurre con un navío al hacerse a la mar) dejara al
descubierto su verdadera proporción y significado...
Al
llegar la noche, derribados con el temporal los postes y alambres eléctricos,
no había luz. A la claridad de las velas, un libro ante sus ojos soñolientos,
escuchaba el viento afuera, en el campo inundado, y la lluvia caudalosa caer
hora tras hora. Se sentía como en una isla, separado del mundo y de sus
aburridas tareas en ilimitada vacación; una isla mecida por las aguas, acunando
sus últimos sueños de niño.
GERARDO
DIEGO
Torerillo en Triana (fragmento)
Arenal
de Sevilla,
Torre
del Oro,
Azulejo
a la orilla
del
río moro.
Azulejo
bermejo,
sol
de la tarde.
No
mientas azulejo,
que
soy cobarde.
Guadalquivir
tan verde
de
aceite antiguo.
Si
el barquero me pierde
yo
me santiguo.
La
puente no la paso,
no
la atravieso.
Envuelto
en oro y raso
no
se hace eso.
Ay,
río de Triana,
muerto
entre las luces.
No
embarca la chalana
los
andaluces.
Ay,
río de Sevilla,
quién
te cruzase
sin
que mi zapatilla
se
me mojase.